En una de las zonas más antiguas de Córdoba, conocida como la Morería, se entreteje una leyenda que ha resistido el paso de los siglos. Este barrio, cercano a la muralla y al antiguo Alcázar, fue durante siglos hogar de numerosas familias musulmanas tras la conquista cristiana, antes de ser definitivamente desalojadas. Entre sus callejuelas estrechas y muros encalados, aún resuenan los ecos de una historia de amor, traición y tragedia que marcó para siempre la memoria del lugar.
El secreto de Aixa
Cuentan los viejos cronistas que, durante los primeros años de la dominación cristiana, una joven llamada Aixa, hija de un respetado médico musulmán, vivía en la Morería. Era conocida por su belleza y sabiduría, y por recorrer las calles para ayudar a los enfermos con los conocimientos que su padre le había transmitido. Su vida cambió cuando conoció a Fernando, un joven soldado cristiano que patrullaba la zona para mantener el orden tras los recientes disturbios.
Aunque sus culturas los separaban, los encuentros entre Aixa y Fernando se hicieron frecuentes. Compartían palabras en voz baja, gestos furtivos y una complicidad nacida en el silencio. Su amor era imposible a ojos del mundo, pero en secreto se juraron fidelidad y comenzaron a soñar con huir juntos lejos de Córdoba, donde pudieran vivir sin miedo ni prejuicios.
La traición y la tragedia
Sin embargo, la felicidad fue breve. Un vecino celoso, que desde hacía tiempo pretendía a Aixa sin éxito, descubrió los encuentros entre los amantes. Movido por el rencor, denunció a la joven ante las autoridades cristianas, acusándola de conspirar contra la ciudad con la ayuda de un soldado. La noticia se esparció como la pólvora, y Aixa fue arrestada sin que pudiera defenderse.
Fernando trató de interceder por ella, pero fue apartado de su cargo y enviado fuera de Córdoba como castigo. Aixa fue encerrada en una celda subterránea bajo una antigua casa de la Morería, donde permaneció incomunicada, sin juicio ni defensa. Se dice que, antes de morir, maldijo a quienes la separaron de su amado y juró que su alma nunca abandonaría el barrio que la vio nacer.
La dama de la Morería
Desde entonces, hay quienes aseguran haber visto, en las noches más silenciosas, la figura de una mujer vestida con túnica blanca caminando lentamente por la zona de la antigua Morería. Dicen que sus pasos no hacen ruido y que su rostro, apenas iluminado por la luna, refleja una profunda tristeza. Algunos afirman que desaparece justo al llegar a un antiguo pozo, como si aún esperara allí la llegada de Fernando.
Otros relatos hablan de puertas que se abren solas, susurros en árabe antiguo y aromas de esencias florales que aparecen sin razón. Nadie ha podido probar su existencia, pero la leyenda ha calado tanto entre los vecinos que muchos evitan pasar por allí de noche. La presencia de la dama de la Morería, como la llaman, se ha convertido en parte inseparable del alma del barrio.
Así, entre historia y mito, la Morería de Córdoba guarda el recuerdo de un amor imposible, de un barrio perdido en el tiempo, y de un espíritu que aún recorre las piedras que fueron testigo de su dolor.
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