En pleno casco antiguo de Huelva, la Plaza de la Merced se alza como un rincón lleno de historia y vida. A su alrededor se encuentran edificios emblemáticos, como la antigua Universidad, y al fondo, la majestuosa iglesia de La Merced. Durante el día, es un lugar de encuentro, tranquilo y luminoso. Pero al caer la noche, la atmósfera cambia. Los faroles proyectan sombras largas, y los más antiguos del barrio aseguran que, cuando el silencio se impone, algo o alguien comienza a caminar por la plaza.
El Monje del Claustro Perdido
La leyenda cuenta que, en tiempos coloniales, cuando el convento de La Merced aún albergaba a los frailes mercedarios, vivía entre sus muros un monje llamado Fray Alonso de San Miguel. Era un hombre austero y sabio, querido por el pueblo por sus cuidados a los enfermos y su compasión con los pobres.
Pero Fray Alonso ocultaba un secreto: durante años había estado guardando en una cámara subterránea del convento una colección de objetos sagrados y documentos valiosos, protegidos de las guerras, los saqueos y el paso del tiempo. Su mayor temor era que cayeran en manos equivocadas, así que nunca reveló su ubicación.
Cuando falleció repentinamente en 1786, muchos intentaron buscar lo que había ocultado, pero fue en vano. Desde entonces, se dice que el alma de Fray Alonso jamás abandonó la plaza.
El Espectro Bajo la Luz de los Faroles
Los primeros testimonios del fantasma aparecieron en el siglo XIX, cuando un farolero de la ciudad encargado de encender las luces de gas relató haber visto a un hombre encapuchado y silencioso paseando alrededor de la plaza. Vestía una túnica blanca y desaparecía tras las columnas de la iglesia sin dejar rastro.
Años después, una mujer que vivía frente a la plaza declaró haber visto una figura en actitud de oración arrodillada junto a la fuente. Pensando que era un vagabundo, bajó a ofrecerle comida, pero cuando se acercó, la figura se desvaneció ante sus ojos.
El Lamento del Claustro
Con el tiempo, los rumores se multiplicaron. Los estudiantes de la universidad cercana afirmaban oír pasos en los pasillos vacíos por la noche, y algunos empleados de mantenimiento contaban que las puertas del claustro se abrían solas, acompañadas de un frío inexplicable.
Se dice que, en noches de luna llena, si alguien se sienta en uno de los bancos más antiguos de la plaza y guarda silencio, puede escuchar una voz grave que susurra en latín o incluso sentir una presencia que se sienta a su lado, aunque no haya nadie visible.
¿Un Guardián Eterno?
Lejos de ser un espíritu maligno, los onubenses que conocen la historia creen que el fantasma de Fray Alonso no busca venganza, sino que permanece como un centinela, protegiendo lo que una vez consideró sagrado. Algunos afirman que, si el tesoro del convento alguna vez llegara a ser descubierto, su alma por fin podría descansar.
Hasta entonces, el monje de la Merced sigue caminando en silencio entre sombras y recuerdos, bajo la tenue luz de los faroles, fiel a su promesa incluso después de la muerte.
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