En pleno centro histórico de Huelva, en la actual plaza que lleva su nombre, se alzaba siglos atrás el antiguo Convento de San Francisco, un lugar de recogimiento, oración y silencio que fue testigo de numerosos episodios olvidados por el tiempo. Aunque hoy sus muros originales han desaparecido, los más sensibles aseguran que algo permanece, algo que no ha querido marcharse del todo.
El fraile que desobedeció al cielo
La leyenda se remonta al siglo XVII, cuando el convento estaba habitado por una comunidad de franciscanos que vivían con humildad, entregados a la fe y la ayuda a los más necesitados. Entre ellos destacaba Fray Tomás de Villalobos, un hombre de fervor inquebrantable, pero también de carácter impulsivo y rebelde.
Fray Tomás dedicaba muchas horas a la oración en solitario en una capilla interior, y poco a poco comenzó a obsesionarse con visiones y voces que, según él, le hablaban desde el más allá. Afirmaba recibir mensajes celestiales, advertencias del fin de los tiempos y secretos ocultos bajo el altar del convento. Los demás frailes empezaron a inquietarse por su comportamiento, pero no podían negar que sus sermones eran cada vez más intensos… casi proféticos.
El secreto enterrado bajo la piedra
Una noche de tormenta, Fray Tomás fue sorprendido cavando bajo la capilla mayor. Decía haber recibido instrucciones de un ángel para desenterrar un objeto sagrado escondido durante la conquista de Huelva. Sin embargo, lo que encontró no fue divino, sino una caja sellada con símbolos extraños y fragmentos de huesos antiguos.
Desde entonces, algo cambió en él. Sus ojos se tornaron oscuros, hablaba en lenguas desconocidas y se pasaba las noches vagando por los pasillos del convento. Algunos frailes aseguraban que las velas se apagaban a su paso y que el aire se volvía frío como en una cripta. A los pocos días, fue encontrado sin vida en el mismo lugar donde había cavado, con las manos aferradas a su crucifijo y el rostro desfigurado por el terror.
El prior ordenó sellar la cámara subterránea y prohibió a los monjes volver a hablar del asunto.
El espíritu errante de la plaza
Con el paso del tiempo, el convento fue clausurado y, más tarde, demolido. Sin embargo, quienes transitan por la Plaza de San Francisco durante la madrugada han reportado sucesos extraños: faroles que parpadean, pasos que no tienen dueño y una figura encapuchada que cruza la plaza y desaparece junto al muro de la iglesia.
Algunos vecinos afirman que, en determinadas noches, se oye el rezo de un rosario antiguo, y que si uno se detiene a escucharlo, una voz grave recita el nombre de Tomás… una y otra vez.
Incluso ha habido quienes, al excavar cerca de la zona, han encontrado piedras talladas con símbolos religiosos invertidos, y en una ocasión se halló un crucifijo de hierro… con signos de haber sido fundido por un fuego muy intenso.
Una presencia que no encuentra descanso
Los más creyentes aseguran que el espíritu de Fray Tomás nunca pudo liberarse del castigo divino por haber desobedecido lo sagrado. Otros dicen que fue víctima de algo más oscuro, que lo condujo a la locura. Sea como sea, su presencia sigue rondando los restos invisibles del antiguo convento, protegiendo o castigando, según la hora y el corazón del visitante.
Si alguna vez pasas por la plaza en silencio… y sientes un escalofrío inexplicable… puede que él esté allí, rezando, buscando redención.
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