En pleno centro de Sevilla, el Convento de Santa Inés guarda una de las historias más impactantes de la ciudad: la leyenda de Doña María Coronel, una mujer que prefirió desfigurarse antes que ceder a los deseos de un rey.
Una mujer de noble linaje
Doña María Coronel nació en una familia noble sevillana en el siglo XIV. Su padre, Alonso Fernández Coronel, era un caballero leal a Pedro I de Castilla, pero cayó en desgracia y fue ejecutado por orden del mismo rey. A pesar de ello, María y su hermana Aldonza lograron conservar su fortuna y su posición en la ciudad.
Cuando María enviudó, el rey Pedro I, conocido como "El Cruel", quedó cautivado por su belleza y comenzó a cortejarla con insistencia. Sin embargo, ella rechazó todos sus avances, pues nunca perdonó la muerte de su padre.
La terrible decisión de María
Cansado de ser rechazado, el rey ordenó que María fuera llevada a la fuerza a su palacio. Desesperada por escapar, la noble sevillana se refugió en un convento, pero ni siquiera los muros sagrados lograron protegerla. Pedro I la persiguió hasta allí, dispuesto a tomarla por la fuerza.
En un acto de extrema valentía, María Coronel tomó una olla de aceite hirviendo de la cocina del convento y se la vertió sobre el rostro, desfigurándose por completo. Con su belleza destruida, el rey perdió todo interés en ella y finalmente la dejó en paz.
María pasó el resto de su vida dedicada a la fe y fundó el Convento de Santa Inés, donde sus restos descansan hasta el día de hoy. Se dice que su espíritu aún deambula por los pasillos del convento, vigilando el lugar donde encontró refugio.
La huella de María en Sevilla
La historia de Doña María Coronel ha perdurado en la memoria de los sevillanos. Se cuenta que, en ciertas noches, las monjas del convento han escuchado susurros y pasos en los pasillos, como si el alma de la valiente mujer todavía protegiera su hogar.
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