Granada es una ciudad envuelta en historia y misterio, y la Alhambra, su joya más preciada, es el escenario de numerosas leyendas. Entre todas ellas, una de las más inquietantes es la de La Dama de la Alhambra, un espectro que, según cuentan, aún deambula por los pasillos del majestuoso palacio.
El origen de la leyenda
La historia nos sitúa en la época de dominio musulmán, cuando la Alhambra era la residencia de los sultanes nazaríes. Entre sus muros vivía una joven princesa llamada Zaira, hija de uno de los últimos gobernantes de Granada. La belleza de Zaira era conocida en toda la ciudad, pero lo que más destacaba de ella era su espíritu libre y su deseo de conocer el mundo más allá de las murallas de la Alhambra.
Sin embargo, su destino fue otro. Su padre, temiendo que cayera en manos cristianas, la mantuvo encerrada en una de las torres del palacio. Allí, sola y desesperada, Zaira pasó sus días contemplando la ciudad desde lo alto, suspirando por la libertad que nunca tendría.
Un amor prohibido
A pesar del encierro, Zaira se enamoró de un joven caballero cristiano que había visto en una de sus pocas salidas a los jardines. Ambos se comunicaban en secreto a través de mensajes escondidos en flores que los sirvientes llevaban y traían sin sospechar nada. El caballero, profundamente enamorado, planeó rescatarla y huir con ella lejos de Granada.
Una noche, cuando la ciudad dormía, Zaira intentó escapar con su amado. Sin embargo, los guardias de su padre los descubrieron antes de que pudieran llegar a la salida. En el enfrentamiento, el caballero fue asesinado y Zaira, desesperada y con el corazón roto, corrió hasta lo alto de la Torre de la Vela y se lanzó al vacío, prefiriendo la muerte antes que vivir sin su amor.
Las apariciones en la Alhambra
Desde entonces, dicen que el espíritu de Zaira nunca abandonó la Alhambra. En algunas noches, especialmente cuando la luna brilla sobre la ciudad, los visitantes y guardias aseguran haber visto la figura de una mujer vestida de blanco paseando por los patios y torres del palacio. Su silueta se desvanece al acercarse, y algunos dicen que en las noches de más silencio se pueden escuchar sus suspiros y lamentos flotando en el aire.
Otros aseguran haber visto su reflejo en las fuentes y en los espejos de agua de los jardines, como si el alma de Zaira siguiera atrapada entre los muros de la Alhambra, esperando el momento en que su espíritu pueda encontrar descanso.
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