Granada es una ciudad envuelta en historia y misterio, y pocos personajes despiertan tanta fascinación como Boabdil, el último rey nazarí de Al-Ándalus. Su historia es recordada por la célebre escena en la que, tras entregar la Alhambra a los Reyes Católicos en 1492, derramó lágrimas de impotencia mientras su madre, Aixa, le recriminaba: "Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre." Sin embargo, algunos aseguran que el espíritu de Boabdil nunca abandonó Granada y que, incluso hoy, sigue vagando por los rincones de su antigua fortaleza.
Susurros en la Alhambra
Los vigilantes nocturnos de la Alhambra cuentan que, cuando la niebla cubre los jardines y el viento sopla entre los muros, se escuchan susurros en un árabe antiguo. Muchos aseguran que es la voz de Boabdil, lamentando su pérdida y repitiendo una y otra vez su trágico destino.
Otros afirman haber visto una figura oscura caminando lentamente por los pasillos del Palacio de Comares, la misma estancia donde firmó su rendición. Se dice que, al acercarse, la figura desaparece en el aire, dejando tras de sí un escalofrío helado.
El espectro en la Torre de la Vela
Uno de los lugares donde más se siente su presencia es en la Torre de la Vela, desde donde Boabdil contempló por última vez su reino. En ciertas noches, sobre todo en el aniversario de la caída de Granada, algunos testigos aseguran haber visto una sombra solitaria de pie junto a la muralla, mirando fijamente hacia la vega, como si esperara recuperar lo que perdió.
En ocasiones, los visitantes aseguran escuchar un lamento profundo, seguido del sonido de cascos de caballo alejándose. ¿Acaso es el eco del momento en que Boabdil partió para siempre de su querida Alhambra?
La profecía del último sultán
La leyenda también habla de una profecía que asegura que el espíritu de Boabdil no descansará hasta que la Alhambra vuelva a ser musulmana. Hasta entonces, su espectro seguirá vagando entre sus antiguas moradas, anhelando un reino perdido en el tiempo.
Aquellos que han sentido su presencia afirman que, lejos de inspirar miedo, su lamento despierta una extraña melancolía, como si en sus susurros se pudiera escuchar la nostalgia de una época que nunca volverá.
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